Algunos psicólogos simbolizan a la conciencia como un cuchillo muy capaz de separarnos de lo que está pegado a nosotros y nos extrae la fuerza.
Creen tales psicólogos que la única manera de escapar al poder de tal o cual YO es observarlo cada vez con más claridad con el propósito de comprenderlo para volvernos conscientes del mismo.
Piensan esas gentes que así uno se separa eventualmente de este o aquel Yo, aunque sea por el grosor del filo de un cuchillo.
De esta manera, dicen, el Yo separado por la conciencia, parece como una planta cortada.
Hacerse consciente de cualquier Yo, según ellos, significa separarlo de nuestra Psiquis y condenarlo a muerte.
Incuestionablemente tal concepto, aparentemente muy convincente, falla en la práctica.
El Yo que mediante el cuchillo de la conciencia ha sido cortado de nuestra personalidad, arrojado de casa como oveja negra, continúa en el espacio psicológico, se convierte en demonio tentador, insiste en regresar a casa, no se resigna tan fácilmente, de ninguna manera quiere comer el pan amargo del destierro, busca una oportunidad y al menor descuido de la guardia se acomoda nuevamente dentro de nuestra psiquis.
Lo más grave es que dentro del Yo desterrado se encuentra siempre embotellada cierto porcentaje de esencia, de conciencia.
Todos esos psicólogos que así piensan, jamás han logrado disolver ninguno de sus Yoes, en realidad han fracasado.
Por mucho que se intente evadir la cuestión esa del KUNDALINI, el problema es muy grave.