Cuando
vienen a mí esos recuerdos, ardientes efluvios de abril y de aurora, al sentir
en verdad ese fresco rocío de gotas de cielo, sufro en realidad por todos esos
millones de seres humanos que sueñan y lloran.
Desperté CONCIENCIA, logré la
ILUMINACIÓN ¿A dónde iba dormido por el rudo peñón cortado a tajo? Miré
atentamente al firmamento y estaba muy arriba, la cima tremenda con su vértigo
me atrajo; torné la faz a la traspuesta hondura, vi la tierra y estaba muy
abajo.
El AVE
FÉNIX al pasar en raudo vuelo me tocó con sus alas de inmaculada blancura y
entonces lleno de fervor oré sabiendo que el perfume de la plegaria llega basta
Dios.
Imploré
por los dormidos, por esos equivocados sinceros que sueñan que están
despiertos, por los fracasados que suponen que van muy bien.
Sueña el
sabio en la espléndida rosa de mágico prado que entreabre sus hojas deliciosas
al lucero vespertino del amor.
Sueña el
bardo melenudo con el tímido arroyuelo cantarín que baja por la montaña
deshecho en plata, convertido todo en filigrana que corre y pasa.
Sueña la
madre desventurada en el hijo que perdió en la guerra y no concibe suerte más
dura, llora al pie de su retrato la dicha rota, y el rayo juega con la tortura
y hasta enciende un iris en cada gota.
Sueña
Fausto con su Margarita de blanca faz tranquila bajo el dosel primoroso de su
rubia cabellera, que como cascada de oro cae sobre sus hombros alabastrinos.
¡Qué abismo tan profundo en su pupila pérfida y azulada como la onda!