Estaba el Monasterio en una gran actividad. Los monjes vivían atentos a las enseñanzas del Maestro. Un día cualquiera se levantaron todos y esperaron, como era costumbre, que el Maestro saliera para saludarlo y decirle qué necesitaba.
Pasaron las horas y el Maestro no salía hasta que un monje dijo: “Vamos a ver que pasa”. Entraron a su recámara y lo encontraron meditando. Estaba desnudo y hacía mucho frío.
Al salir se dijeron: “Qué raro, el Maestro está meditando y está desnudo”. Alguien dijo: “¿Será que anda mal? Otro dijo: