“La procreación mágica,
esotérica, sin eyaculación seminal, la impregnación ideoplástica del feto,
debiera ser animada por el inteligente deseo de procurar al vástago las mejores
propiedades características y la posibilidad de una vida larga y llena de luz y
de vida...
El momento oportuno para
engendrar hijos sanos e inteligentes se halla en la curva de la vida
ascendente, en la que la esencia maravillosa del infante portado por el gran
respirar al sol en la jubilosa resurrección sutil de la gran naturaleza, será
reincorporada en el general florecer de la vida universal.
Escrito está con palabras de
fuego que la potencia de acción y la energía psíquica y física se alcanza en la
procreación mágica de manera muy especial en el cuarto creciente de mayo y en
la hora de la salida del sol.
Los llamados “Hijos de la noche
nupcial”, o aquellos desventurados que fueron engendrados tras copiosos
banquetes y borracheras, son portadores de valores anímicos muy inferiores...