A excepción
de las personas totalmente inválidas, todo ser humano tiene que servir para
algo en la vida. Lo difícil es saber para qué sirve cada individuo. Si hay algo
verdaderamente importante en este mundo, es Conocernos a Sí Mismos. Raro es
aquel que se conoce a sí mismo y aun cuando parezca increíble, es difícil
encontrar en la vida alguna persona que tenga desarrollado el Sentido
Vocacional.
Cuando
alguien está plenamente convencido del papel que tiene que representar en la
existencia, hace entonces de su Vocación un apostolado, una religión, y se
convierte de hecho y por derecho propio en un apóstol de la humanidad.
Quien
conoce su Vocación o quien la llega a descubrir por sí mismo, pasa por un
cambio tremendo. Ya no busca el éxito, poco le interesa el dinero, la fama, la
gratitud. Su placer está entonces en la dicha que le proporciona el haber
respondido a un llamado íntimo, profundo, ignoto, de su propia Esencia
Interior.
Lo más
interesante de todo esto es que el Sentido Vocacional nada tiene que ver con el
Yo, pues aunque parezca extraño, el Yo aborrece nuestra propia Vocación porque
el Yo solamente apetece jugosas entradas monetarias, posición, fama, etc.
El
Sentido de la Vocación es algo que pertenece a nuestra propia Esencia Interior,
es algo muy adentro, muy profundo, muy íntimo.