Gnosis Trascendental TV

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jueves, 8 de julio de 2010

LAS DIEZ REGLAS PARA UN HOGAR FELIZ: LA SEPTIMA REGLA

LA ALEGRIA

Esta es una virtud de un alma jovial, alegre y emprendedora; a la alegría hay que saberla diferenciar de lo que es la alegría del Espíritu y la alegría de la materia.

Hay momentos en la vida en que uno se siente embargado por la presencia del SER; estos momentos se deben aprender a celebrar como una exaltación espiritual, mística, donde se debe responder con la oración, con la veneración, con la inspiración y con la contemplación; estos son los momentos de arrobamiento espiritual, que hacen su advenimiento para fortalecernos el alma y la voluntad; estas son fiestas del alma y no sería justo o razonable que cuando uno está en estos estados, estuviera bailando, corriendo o cantando; como ya dijimos, son momentos de exaltación espiritual y mística.



Hay también la alegría física, donde uno necesita por una exigencia interior, compartir con las personas, expresar ese momento dando a la persona humana ese derecho de la felicidad; esto también corresponde a la organización que uno debe tener con su vida espiritual y física.

Sería absurdo que cuando uno está sintiendo esa fiesta del alma interior, está oyendo una música profana, esos son momentos que nos incitan a escuchar buena música clásica, a la oración mística; lo mismo pasaría cuando necesitamos de un esparcimiento humano, es justo oír música alegre, folclórica, expresar ese sentimiento de alegría, compartiendo con las personas, divirtiéndose sanamente.

La alegría debe hacer parte de todos lo procesos de nuestra vida, correspondiéndole así, tanto a DIOS como a los humanos, por esa compañía invaluable que nos hacen.

Debe haber en la persona, esa expresión en el amanecer, en el anochecer, en la hora de los alimentos, ¿qué puede sentir un niño que va a saludar a su padre o a su madre y no se le demuestra una sonrisa ni se le dice una palabra de cariño?, en ese mismo instante, ese estado antagónico que la persona tiene se lo transmite a esa criatura, por no haber en ese momento una expresión de alegría y de cariño para demostrar el afecto que sentimos en el momento que nos saluda o que se nos acerca.

No olvide querido lector, que una sonrisa salida del alma, es un bálsamo para los adoloridos corazones de los seres que nos rodean.

La alegría que nosotros expresamos en el diario vivir, es un arma muy poderosa para vencer las tristezas y amarguras que nos rodean y que rodean a los nuestros.

V. M. LAKHSMI, MONASTERIO LUMEN DE LUMINE, OCTUBRE DE 1998

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